
Hace 30 años todo tenía un color diferente, un olor diferente y una visión diferente. No recibir tetero era una tragedia griega, era catastrófico. Sentarse a la mesa y comer era peor aún, pues ver un agua con sal ó las famosas "cremas" nos recordaban que lo mejor en la vida era el tetero.
Tengo vagos recuerdos de mi infancia. Recuerdo que mi tetero era amarillo y que el día cuando me dijeron que se había ido y no volvería lloré, pataleé, me tiré al piso, pero nada de ese exagerado show había servido. Era algo que tenía que pasar, era algo inevitable, pues pasaba de bebé a un niño.
Por esa época, ya sin mi tetero, debía convertirme en un niño y eso pensé hacer cuando pero me di cuenta que mis "amigos" eran un "poco" mayores que yo. Para mi eran mis amigos, yo para ellos, era su juguete al que manejaban a su antojo: Traiga, lleve, pase, preste, coma, cuente, repitis y demás deberes de esclavo infantil era mi función en el combo.
Ese mismo combo de "amigos" me encerró en el cuarto más oscuro de la casa a la cual más le tenia miedo. Como si me hubieran metido al closet donde metieron al niño de "sexto sentido". nada que envidiarle a la habitación del pánico.
Pero aún peor que tener "amigos" mayores que uno, era tener HERMANOS mayores que uno! En este caso mi hermano mayor (Sergio) era la encarnación de Damiannn!! Solo imagínate esta escena: Tú en el triciclo preferido dando vueltas en círculos en el amplio patio de tú casa (hasta el momento todo es normal verdad?), pero añádele a esta escena tan inocente, que tú querido hermano te coloque en el cuello una cuerda y sea él quien te de las vueltas! No creo que la escena sea muy bonita ahora. (Claro que para mi hermano tampoco, después que mi madre se diera cuenta de este gran acto).
Gran parte de mi niñez la viví en la ciudad Blanca. Popayán, una ciudad en esa época pequeña, de un clima perfecto que hoy describo como la ciudad con aire acondicionado propio, lleno de misterio y mucha religiosidad.
Santa Inés (el barrio) nos recibió con los brazos abiertos! Una casa esquinera, de grandes habitaciones con pisos en madera, un patio central que en poco tiempo se convirtió en un oasis lleno de matas y flores. Esta casa tenía algo especial, pues en ella habitaba un personaje al que llamábamos "La señorita" (y literalmente era una Señorita: de 40 años, pero señorita). Este personaje era mitológico, misterioso y nunca pudimos descubrir su forma de ser. Lo que si recuerdo fue el día que con mi hermano, armados de jeringas desechables, llenas de agua del inodoro, las ubicamos en un orificio de la puerta de la habitación de la "Señorita" y a la cuenta de TRES...como si fuera un ataque milimétricamente preparado (cual operación Jaque), dejamos salir el agua de un solo empujón! Los daños fueron desbastadores: Trabajo de la tesis vuelto mier...!
El castigo fue oneroso, pues al poco tiempo ya habíamos entendido el porque nos teníamos que cambiar de casa... jajajaa. Pero no nos fuimos muy lejos, (para mal de la Señorita), tan solo una casa nos separó.
Ahora viviríamos en la que llamábamos "La casa blanca" y no precisamente porque se pareciera a la de Washington, sino porque literalmente era así, de color blanco. El cambio a esta casa representó en esta historia el ingreso a mi vida estudiantil. El Real Colegio San Francisco de Asís, ubicado en la zona céntrica de Popayán fue el elegido para iniciar una larga travesía por el mundo de las temperas, cartulinas, colbón, delantal y la famosa maleta A..B..C.
Ingrese a Kinder A, (en esos tiempos no existía "pre párvulos", "párvulos", "pre kínder" ni nada de esas webonadas que se inventaron ahora, sino, estaría todavía en el colegio!!), no recuerdo el apellido de ninguno de mis compañeros de aventura de ese gran salón ó aula de clase, pero si recuerdo el olor fresco de las mañanas, el olor a madera húmeda de los pisos, las grandes escaleras que llevaban al segundo piso, donde se escuchaba la leyenda por parte de los alumnos de segundo y tercer grado, en la cual decían que en la biblioteca habitaba una Momia que se despertaba si se hacía mucho ruido... (En la segunda parte le contaré a quien este leyendo esto, que paso con la famosa Momia cuando pasé a segundo año).
Finalmente el único recuerdo que tengo de "Kinder A", es el día que por cosas del destino y por cosas que dejaron tiradas los obreros que realizaban un trabajo en los baños de Primaria, me he sabido enterrar una puntilla que atravesó en primera instancia mi zapato, mis medias y mi pié! No hubo dolor (en ese instante) porque me encontraba en el eufórico "recreo", corriendo detrás de un balón. En ese momento sentí un leve pinchazo, (el mismo que sientes cuando te sacan la muestra de sangre), pero lo que desató el llanto y mis desmedidos e incontrolables gritos fue ver el palo pegado a mi pie cual Cristo crucificado! Ohhhh que impresión y dolor tan catre hp sentí cuando por reflejo lo saque y sentí como la "pequeña" puntilla de no menos de 10 cms de largo, salía de mi pié recordándome que era de carne y huesooo!! - Saldo de la tragedia: Mucho llanto y un zapato con un roto que me acompaño varios días mientras me compran un par de "pisos" nuevos jajaja.
Esta historia como dicen.... continuará.

Que rico saber mas de ti...Lo cuentas con mucha alegría aunque en tu corazon todavia hay un charquito de tristeza...
ResponderEliminarAgrego...lo de ser maravilloso no es algo de ahora...lo conservas desde siempre...te amo.
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